Silencio. Del instante lunar, la fuente brota. ¡Dios mío! Estamos muertos. Gira el astro. Se borra la eternidad herida, las heridas palomas, el cristal donde estalla la luz que se desploma. Todas las almas llevan sangrando su corona. Sin tiempo. Sin caminos. Como un árbol sin hoja. Como una primavera muda, y errante y rota…
¿Aún abrirás los bosques? ¿Aún talarás las olas? ¿Alzarás las columnas de la noche a la gloria? ¿Gotearás de estrellas las rojas amapolas? ¿Harás brillar los peces sobre la orilla sola? ¿Prenderás tus marfiles en las cimas remotas? ¿Poblarás con tu lumbre crepuscular la aurora? ¿Serás el mismo que eras, Tomás Luis de Victoria? ¿Llevarás en la mano la dorada limosna, misteriosa moneda, luna verde y redonda, ojo donde los hombres apacientan sus horas?
¿Estarás donde estabas, Tomás Luis de Victoria? ¿Al pie de las vidrieras abiertas a las olas? El órgano de plata. Los rosales sin rosas. El viento galopando por la luz misteriosa. El amarillo otoño besándonos la boca.
Viendo no el regalo, sino el ánimo del que lo da, favorece esta empresa, esperando en otro tiempo, si Dios me concediese una vida más larga, dones mayores.
De igual manera que toda la música tiene su fundamento en un cierto sonido concordante a partir de voces discordantes, consiguiendo que suene a los oídos de los reyes como algo grato y casi diría que celestial.
He sido admitido con el singular favor de tu madre, augusta y cesárea emperatriz, entre los sacerdotes que le prestan atención en lo sagrado.
Esta obra, compuesta por un español ¿a quién se le debía con más justicia que al católico rey de las Españas, piadoso y digno del amor de Dios?
Si alguien buscara utilidad, nada es más útil que la música, que penetrando con suavidad en los corazones a través del mensaje de los oídos, parece servir de provecho, no sólo al alma sino también al cuerpo.
Desarrollo desde hace ya muchos años mi trabajo, especialmente en la música eclesiástica, a la que me veo llevado por cierto instinto natural, y según me parece entender por la opinión de los demás, de manera no desafortunada.
Este Oficio hice para la muerte y honras de la Emperatriz nuestra señora, que esté en el cielo; el cual por ser, a gloria de Dios, tan excelente le he enviado a todos los príncipes y prelados de la cristiandad.
…que a gloria de Dios nuestro Señor no ha salido de España ni de Italia libro particular como éste para los organistas.
…suplico a vuestra merced se tenga gran cuenta con la corrección de este libro, y que la letra se ponga en su lugar.
…quedaré obligado a servir a Vuestra Señoría con enviar las demás cosas que saque a la luz, que creo que serán para servicio de Dios nuestro Señor y también al gusto de Vuestra Señoría.
Y aunque estos señores no den más que lo que han costado los portes y la impresión, me contentaré, pues no vivo de ello, y mi intención fue solo que se sirviesen las iglesias con mis trabajos.
En esta corte, y en España, han agradado mis libros, y el Rey ha gustado mucho de ellos, particularmente del suyo y el del Duque de Saboya y su hija la infanta.
Echo en falta la dulce conversación de los padres, y no estoy lejos de volver a esta santa ciudad y morir en ella.
Creo agradará a Vuestra Señoría la impresión, porque aunque haya muchos cantores en esta santa iglesia, es bastante punto para todos.
Y porque tengo propuesto de servir a Vuestra Señoría con todos los frutos de mi pequeño ingenio, envío al presente a Vuestra Señoría un libro de vísperas que yo a mi costa he hecho imprimir aquí en Roma.