Desde 1583 Victoria estaba buscando la manera de volver a España. Varias catedrales importantes habían requerido sus servicios desde España haciéndole sustanciosas ofertas. Pero él las rechazó todas. Victoria sabía lo que quería ante todo: una vida tranquila y sin sobresaltos, como la que se había procurado en sus últimos años italianos en San Girolamo, para poder dedicarse a su música sin distracciones.
Recibe ofertas desde las catedrales de Sevilla o de Zaragoza. Precisamente también en Ávila se estaba buscando en 1587 a un maestro de capilla que sustituyese al desastroso Hernando de Issasi, pero desde allí no hubo ni siquiera intentos de captar al abulense. Quizá había en el cabildo de la catedral de Ávila quien le conocía bien y sabía que las intenciones de Victoria eran muy otras.
Nada más llegar a España es muy probable que efectuara un viaje a Ávila, ya que en Sanchidrián residían su hermano mayor, Hernán y su madre Francisca, e incluso ir a visitar a su tío Juan Luis en Valladolid, que tanto había hecho por él en su infancia y juventud. Esto explica la falta de datos sobre la vida de Victoria desde mayo de 1585 en que parte de Roma hasta 1586 en que toma posesión de su cargo.
Juana de Austria, hermana del rey Felipe II fundó el convento de las Descalzas Reales, trayendo a monjas clarisas descalzas en 1559. María de Austria, hermana de la fundadora y de Felipe II, ingresa allí al enviudar en 1581. María de Austria era una mujer de carácter fuertemente religioso y personalidad intensa. La actividad musical en el convento de las Descalzas se regía por los estatutos que había dejado la fundadora Juana de Austria en 1571, a los cuales hicieron determinadas adiciones Felipe II en 1578 y Felipe III en 1601. Pese a ser un convento de monjas, éstas no tenían ninguna intervención en la música para el culto. Liturgia y culto estaban a cargo de un grupo de capellanes que eran los que celebraban las ceremonias gracias a su condición sacerdotal y a la vez eran los cantores de las mismas, formando una auténtica capilla de música.
En principio, el cargo para el que es nombrado Tomás Luis de Victoria no tiene nada que ver con la capilla de música de la que acabamos de hablar. La emperatriz María, al retirarse al convento, decide establecer unos capellanes personales, que sirvan las necesidades del culto privado de la emperatriz y su pequeño séquito. Tanto Agustín como Tomás eran capellanes personales de la emperatriz María, y por tanto, no tenían nada que ver con el resto de capellanes, al menos en teoría. Pero en la práctica, enseguida empezó a ejercer como un auténtico maestro de capilla, aunque sin nombramiento oficial. Así podemos afirmar que Victoria fue maestro de capilla en una de las capillas de música mejor dotadas de Madrid, donde asistían a los actos del culto importantes personajes, se recibían frecuentes visitas de miembros de la alta nobleza y de los mismos reyes, Felipe II y Felipe III, que visitaron el monasterio asiduamente y asistieron a los cultos dirigidos brillantemente por el mejor músico de España en aquel momento. Ejerciendo el cargo interinamente tenía más libertad, se tomaba generosas licencias de su protectora y mecenas doña María y viajaba frecuentemente.
En 1592 Victoria solicita y obtiene el permiso de la emperatriz para hacer un largo viaje: vuelve a Roma. Uno de los asuntos que Victoria quería gestionar allí era la supervisión personal de una nueva edición de sus obras en lo que sería la primera de sus obras fruto de su trabajo en Madrid. De vuelta, Victoria se incorporó de nuevo a su destino en el convento de las Descalzas Reales, y a juzgar por sus propias palabras, sus obligaciones eran muchas: incluso para componer tiene poco tiempo por lo que necesitó la ayuda de “muchas personas que lucharon con denuedo conmigo para que el tiempo que me quedara libre en mis asiduas ocupaciones lo dedicara a este trabajo.” Además de los actos de culto a los que en horario de mañana y tarde debía intervenir, dedicaba también bastante tiempo e interés a sus asuntos económicos, venta de sus obras, correspondencia, etc. y el tiempo libre de todas estas ocupaciones lo repartiría entre su vida familiar y la composición. Fruto de esto fueron un buen puñado de obras editadas en estos años madrileños. Se dedicaba también a sus asuntos económicos, mandando sus libros a las catedrales y pidiendo a cambio una compensación económica. Era demandado frecuentemente para aconsejar a los cabildos en la elección de candidatos a maestro de capilla u organistas.
Pero la plácida situación de Victoria en las Descalzas Reales iba a cambiar radicalmente con un hecho trascendental: la enfermedad y muerte de la emperatriz María en 1603. Es adecuado pensar que si Victoria tenía ya compuesto su Requiem, la misa de difuntos destinada a la emperatriz, pudiera haberse interpretado en esta ocasión, máxime habiendo pasado más de 20 días desde la muerte de doña María, tiempo durante el cual se pudo ensayar y preparar. El Requiem se publicó en 1605, dos años después de fallecer la emperatriz.
Al morir la emperatriz, Victoria decidió no seguir ejerciendo las labores de maestro de capilla interino que hasta 1603 había estado realizando. A partir de 1604 ejercerá solamente dos cargos: primero el de capellán en una de las tres capellanías que la emperatriz había dejado dotadas para premiar a sus más fieles sacerdotes, uno de los cuales había sido, evidentemente, Victoria. El segundo cargo que ocupó fue el de organista en el mismo convento. Esta ocupación la solicitó y obtuvo, pues era una manera de seguir inmerso en el mundo musical del convento, una vez dejadas sus funciones de maestro de capilla. En 1600 había publicado su obra policoral con un libro de partituras especial para el órgano y su nuevo cargo de organista le daba la oportunidad de experimentar con estos nuevos sonidos. Él impulsó y supervisó la construcción del nuevo órgano que se hizo en las Descalzas en estos años.
Las fuerzas de Tomás Luis de Victoria iban disminuyendo poco a poco y cada vez con más frecuencia delegaba en su ayudante, Bernardo Pérez de Medrano, que le sustituía al órgano cuando no podía asistir por enfermedad u otras causas. Tomás Luis de Victoria falleció el 27 de agosto de 1611. Al pertenecer el monasterio de las Descalzas Reales a la jurisdicción de la parroquia de San Ginés, en ella aparece su partida de defunción.
ANA SABE ANDREU