El Centro de Estudios Tomás Luis de Victoria intenta ser una base de materiales y posibilidades en torno al mundo del compositor abulense y su música. Pero sin lugar a dudas, la tarea más importante y a la que todo el trabajo y el esfuerzo está dirigido, es a la interpretación de la música de Victoria. Es a través de las agrupaciones corales que el círculo se completa y el trabajo de este sitio digital y su equipo se ve materializado en voz y en música, y para eso, queremos iniciar un nuevo tipo de relación con aquellas agrupaciones que desde una esfera u otra se acercan al repertorio de nuestro compositor más grande.
Para abrir este espacio de diálogo e intercambio, hemos contado con el Coro Tomás Luis de Victoria de la Universidad Pontificia de Salamanca, y su director, Francisco José Udaondo. Este coro se fundó en 1973, por iniciativa de un grupo de alumnos que quisieron juntarse a cantar, algunos con experiencias previas en el mundo coral en otras agrupaciones. El nombre en honor al abulense lo escogieron por la resonancia nacional y universal del compositor, además de guardar cierta cercanía con Salamanca. Como coro universitario que es, tiene gran movimiento de cantantes, renovándose gran parte de la plantilla anualmente, que oscila en torno a los 50 cantores de entre 18 y 22 años de media.
El repertorio del coro es muy variado, y al preguntar al director Udaondo por el repertorio antiguo, confiesa que siempre trata de incluir algunas piezas aun siendo un grupo de cantantes pocos experimentados. “La música antigua no es sencilla, y exige un cierto nivel de conocimiento de técnica e interpretación que se consigue con tiempo y experiencia. De ahí que normalmente abordemos piezas de este tipo para el concierto de Semana Santa” (Cuando el coro ya tiene meses de trabajo y alguna que otra presentación pública). A pesar del reto, el director cree “que es un modo de fomentar y dar a conocer esta música a los jóvenes que tradicionalmente la desconocen. Y debo añadir que cuando la cantan, no la rechazan- como por prejuicio pudiera parecer-, sino que la disfrutan”. Añade, muy acertadamente: “de ahí la importancia de estos coros como dinamizadores y creadores de cultura musical”.
Sobre esta situación cultural que vive a música coral y el papel social que desempeñan estas agrupaciones, Udaondo explica su visión en la que “el coro supone una formación técnica, pero también humanística”. Desde su punto de vista, el apoyo que reciben estas agrupaciones es interesante, aunque deberían fomentarse más las actividades como ciclos corales, certámenes, conciertos… que enriquecen mucho este universo. En el caso de los coros universitarios, según Udaondo, la dificultad puede estribar en que en ocasiones las instituciones no llegan a “percatarse del gran trabajo que hay detrás y la formación que se da a los cantores, que, en ocasiones, se desconoce o no se valora”. Como propuestas de mejora, la idea es clara: “los coros deberían tener consideración académica, no como una actividad de extensión universitaria, si no como curso extraordinario, con créditos y certificado, ya que la formación que se imparte y el tiempo de trabajo que se le dedica es muy notable”.
Cuando hablamos del gusto por la música antigua en el público, el director expone su interesante doble visión sobre el asunto así: por un lado “se tiende a creer y a decir que la música antigua es elitista. En parte la hemos hecho elitista los propios músicos porque en el fondo queremos un público que comprenda la riqueza de matices y sutilezas de esta música. Y realmente, no todos los oídos están acostumbrados a este tipo de piezas”. Pero al mismo tiempo piensa que, para acercarlo a públicos menos formados, hay que tener en cuenta otros aspectos a la hora de escoger repertorio, como “la atención que supone este repertorio, la intensidad, la profundidad y la riqueza de esta música, (que) requiere un mayor grado de concentración, y eso debemos tenerlo en cuenta”. La responsabilidad ante estos públicos nuevos es alta porque el coro puede estar “despertando la inquietud y el interés” y “contribuyendo a difundir este repertorio”. Para Udaondo el diseño del concierto es esencial, porque “la buena música siempre tiene público: pero hay que saber elegir las piezas del repertorio. Si no, estaremos abocados a tener un público marginal, exigente hasta la minucia, y autorreferencial”.
También hemos querido preguntar al director si conocía el CEV y también por qué propuestas de mejora en la difusión que hacemos de nuestro trabajo nos propondría. El coro ha utilizado en ocasiones como referencia las partituras de la Nueva Edición Victoria y si pudieran pedir, “quizá la oferta de talleres de fin de semana para coros sobre repertorio de TLV asequible para cantores no profesionales”.
Gracias a Francisco José Udaondo, por el tiempo y la dedicación en contestarnos y, sobre todo, por el trabajo del Coro Tomás Luis de Victoria de la Universidad Pontificia de Salamanca. La música de Victoria mueve al que la canta y al que la escucha desde hace más de cuatrocientos años porque está hecha con maestría por y para ese fin; es nuestro trabajo entenderla e interpretarla para conseguir que sean muchos más años.