Durante el siglo XVI, la vida musical en toda España se condensaba en los templos catedralicios. En la catedral de Ávila como en todas las catedrales españolas, la música se organizaba en dos tipos de grupos diferentes, cuya obligación principal era contribuir con sus voces e instrumentos al mayor esplendor de la celebración litúrgica.
Un primer grupo, que compone la capilla de música, formada por cantores adultos y niños especializados en el canto, que bajo la dirección y las enseñanzas del maestro de capilla, tenían la obligación de interpretar la música polifónica en los actos litúrgicos del culto divino. También constituían parte de la capilla los organistas, y desde 1555 otro grupo de instrumentistas llamados ministriles, que participaban en los oficios religiosos de manera habitual, pero que no dependían directamente del maestro de capilla.
Un segundo grupo, compone el coro, regido por el sochantre y dedicado al canto llano (música vocal tradicional de las liturgias cristianas). Aunque, no toda la música corría a cargo de la capilla profesional. Los prebendados y todos los capellanes colaboraban sistemáticamente en el canto llano como parte de sus obligaciones elementales. Y por último, debemos citar a los mozos de coro que también desempeñaban un trabajo fundamental en la música tanto polifónica como de canto llano.
Un cuerpo de legislación completo y fundamental para la catedral abulense es el realizado a principios del siglo XVI, en 1513, por el obispo de la diócesis Don Alfonso Carrillo de Albornoz (1496-1514). Contiene 82 Estatutos, siendo el más antiguo, de los que tienen fecha consignada, el de 1372 realizado por Don Alonso, antecesor de Don Diego de los Róeles, autor de las primeras Constituciones Sinodales conservadas en la diócesis. Son los Estatutos más antiguos guardados en el archivo catedralicio, y fueron de gran importancia durante el periodo en el que Tomás Luis de Victoria permaneció como niño cantor en la catedral abulense, pues van a marcar muchos de los aspectos de estructuración de plantilla, interpretación de repertorio y festividades. En ellos se hace referencia a varios cargos relacionados con el desarrollo de la música en la catedral como son: el organista, el sochantre y el maestro de los mozos de coro.
Posteriormente, se fueron copiando algunos de los Estatutos de 1513 y añadiendo otros nuevos como por ejemplo los del oficio de maestro de capilla, de los músicos y de seises en el códice de 1551, y los derechos y obligaciones de los ministriles en 1555, 1563 y 1594.
En 1557, año en que Tomás Luis de Victoria se convirtió en niño cantor de la catedral de Ávila, nos encontramos con una capilla de música que era el mayor conjunto musical de la ciudad. Las actas capitulares de septiembre de dicho año, nos muestran los nombres de sus compañeros. Músicos y cantores que formaron parte de la capilla: el maestro de capilla, Jerónimo Espinar; los contraltos, Barrio-Nuevo y Peñasola; los contrabajos, Francisco Sánchez y Andrés Flores; los tiples, Dueñas y Pedro Hernández; el tenor, Cimbrón; los sochantres, Frías y Cimbrón; el organista, Águila y el maestro de canto llano, Pedro Temiño.
El magisterio del maestro Espinar (1550-1558) se caracterizó principalmente por ser eficaz y productivo, ya que mantuvo las fases de equilibrio de la capilla musical durante sus ocho años de magisterio, a pesar de que en varias ocasiones, el cabildo se vio obligado a recordarle que “de cada día que tuviese servicio su hora de lección de canto de órgano, y que procure que aprovechen (los mozos, las clases de) contrapunto”.
La formación que recibió el niño cantor Victoria, estuvo condimentada con una conveniente “dosis de canto llano”, como antesala de una buena base para la práctica de la polifonía.
El joven niño cantor y futuro compositor Tomás Luis de Victoria, se encontró con el anciano maestro de capilla Jerónimo Espinar, que falleció el 19 de octubre de 1558, por tanto ambos coincidieron poco tiempo, concretamente un año.
El cargo de maestro de capilla en la catedral abulense llevaba implícito la condición de presbítero, al gozar de una capellanía. Su labor educativa se dirigía a los niños de coro. El maestro Espinar les cuidó e instruyó musicalmente. De entre los mozos de coro tenía la obligación de seleccionar a seis con las mejores aptitudes musicales, para enseñarles contrapunto y canto de órgano (polifonía) y así poder cantar en el coro ante el facistol. Eran los llamados “seises” y entre ellos, el maestro, eligió a Tomás Luis de Victoria. El horario de dicha enseñanza era diariamente de ocho a nueve de la mañana, excepto los días que fueran fiesta, y los sábados porque había misa de canto de órgano.
Pero, la enseñanza de los seises requería un tratamiento especializado, pues las aptitudes distintas y, las diferentes edades o fechas de entrada en el coro de los niños, obligó al maestro Espinar a darles una educación casi individualizada y personalizada. Así, el maestro cumpliendo con sus obligaciones, continuaba enseñando a los seises desde el medio día hasta las dos, excepto los viernes y festivos, en la casa de la catedral que el cabildo había preparado para sus maestros de capilla.
La formación que recibió el niño cantor Victoria, estuvo condimentada con una conveniente “dosis de canto llano”, como antesala de una buena base para la práctica de la polifonía. Una vez que el niño adquirió la sufiente soltura, tras una ardua preparación en “solfa”, estuvo listo para integrarse como un miembro más en la capilla, cubriendo algunas partes de la liturgia en las que se requería canto llano.
Entre la música coetánea que se interpretó durante el magisterio de Jerónimo Espinar en la catedral abulense día a día, merece destacarse los “Magníficats” de Cristobal de Morales (primer maestro de capilla de la catedral de Ávila), que según las anotaciones en las actas capitulares de 1550, el cabildo autorizó “pagar tres ducados por los dieciseis Magníficats de Morales”.
Cuando muere Jerónimo Espinar el 19 de octubre de 1558, quedó vacante la plaza de maestro de capilla durante los ocho meses siguientes, a pesar de que el cabildo busca inmediatamente un nuevo maestro para sustituirle, pues en noviembre de 1558 ordena que el contralto Peñasola fuera a la catedral de Sigüenza para ofrecer el cargo a Matías Chacón. Sin embargo, resultó que Chacón no estaba disponible. Así, el cabildo siguió el procedimiento habitual al ordenar que se publicaran edictos “proveyeron y mandaron se pongan edictos para la ración del maestro de capilla publicando vale 100000 maravedíes, y que se proveerá para el 15 de abril venidero”.
Pero, hasta el 2 de junio de 1559 no se nombró oficialmente al sucesor del maestro Espinar, Bernardino de Ribera. Y, durante los ocho meses que estuvo vacante la plaza del maestro Espinar, el cabildo decidió que “entre tanto se halla (maestro de capilla), muestre a los muchachos el racionero Dueñas (tiple)” que cumplió fielmente con sus nuevas obligaciones diarias.